viernes, 8 de enero de 2016

¿Los tres cerditos?



Querida amiga mía,

No acostumbro a escribirte si no es estrictamente necesario, y sabes que yo no te molestaría por una nimiedad o un simple sueño. Pero te aseguro, querida, que jamás había presenciado algo así. Tú sabes que yo no soy supersticiosa y que no creo en tonterías, sin embargo, hoy he decidido creer en algo más allá de lo que ven mis ojos, dado que en mis ojos no puedo confiar del todo. Lo entenderás cuando acabes de leer los hechos que relato a continuación.
El día comenzó como otro cualquiera, me levanté con el gallo para tener el desayuno listo y luego salí con John a sellar el heno para el mal tiempo (las tormentas cada vez aumentan más por esta zona). Como John comenzó a sentirse mal, lo mandé a casa a tomarse una manzanilla y yo me quedé terminando, sola. Fue entonces cuando me fijé en una sombra enorme escondida entre los troncos de los nogales (¿sabes cuáles te digo? Aquellos que plantamos hace años, cuando se murió el señor Albert), al principio no le presté más atención, lo tomé por un ciervo; pero, en cuanto se movió, pude ver con claridad que aquello era más grande que un ciervo y tenía colmillos, como lo lees, ¡colmillos! Me quedé inmóvil mientras el animal se acercaba, ¡era un lobo gigante! Te juro que jamás había visto un lobo por aquí, no creía ni que existían especies tan grandes en el país. El monstruo abrió sus fauces, mi corazón latía desbocado pero no podía moverme. Y entonces fue cuando pasó, lo más extraño que he presenciado en mi vida: ¡un lobo soplando! Pero soplando de tal manera que la paja que estaba atando voló por los aires y, antes siquiera de darme cuenta de la situación, mis pies se despegaron del suelo y volé, volé y volé... Aún no consigo entender cómo ha pasado todo. Pero he escuchado en el pueblo que esto mismo les sucedió al pequeño Charlie y a Don Gerónimo, el nuevo alcalde. Así que, como los cimientos de la granja se tambalearon y vamos a tardar unos cuantos meses en reconstruírlos, quería pedirte, querida Olga, si nos acogerías en tu casa de la ciudad por un tiempo. Sé que es complicado y que sois muchos, pero John y yo prometemos ayudar y ofreceros las pocas verduras que han sobrevivido al lobo. (Lobo... aún me cuesta creerlo). Creerás que estoy loca, pero ya verás como le darán caza una vez que salga en todos los periódicos. Lo más inaudito, querida, si lo hubieras visto...
Espero verte muy pronto, los mejores deseos y un abrazo,


Peggy Pork

El universo anterior a TIM BURTON

La infancia de Tim Burton estuvo marcada por los filmes de terror y de ciencia ficción que solía ver y los cuales han resultado ser sus influencias más directas. En este apartado se nombrarán a todos esos directores y actores que han influído en su posterior carrera como cineasta, así como otros escritores o artistas:


En primer lugar, y en una posición privilegiada, se encuentran todos aquellos monstruos incomprendidos que parecen terroríficos pero que, en realidad, son completamente inofensivos, como el monstruo de la Laguna Negra o Frankenstein, creado por Mary Shelley en 1818, y reflejado en uno de los primeros cortos de Burton titulado Frankenweenie. Un relato fílmico en el que se narra la vida de un niño que pierde a su perro atropellado por un coche e intenta revivirlo mediante la ciencia y una tormenta, de la misma manera en la que el Dr. Frankenstein creó a su criatura. También aficionado a los filmes sobre el monstruo Godzilla de Ishiro Honda, quien recreó sus mundos a partir del tokusatsu, término que se refiere a los filmes con efectos especiales.


El cine de terror clásico es otra de sus recurrencias importantes. Durante toda su infancia y juventud, Burton se dedicó a aprender sobre sus actores más representativos: Lon Chaney, apodado “el hombre de las mil caras”, conocido por sus caracterizaciones de personajes torturados y grotescos, y por su habilidad para el maquillaje; Boris Karloff, quien encarnó a Frankenstein en la película homónima de JamesWhale, y gracias a la cual logró alcanzar su gran éxito como actor de terror; Peter Lorre, protagonista en M, el vampiro de Düsseldorf, papel tras el cual alcanzó una gran fama en el cine del Hollywood de los sesenta; Béla Lugosi, otro de los grandes del terror y el cual aparece en la película de Burton, Ed Wood, filme biográfico del director del mismo nombre, donde se reflejan sus relaciones con Lugosi; y, por último, Vincent Price, el que más influyó a Tim Burton en su cine, éste le hizo un tributo en su cortometraje Vincent, con el que crea el personaje de un niño con el sueño de llegar a ser como el gran actor que fue Price. Ambientado en las líneas del poema El Cuervo de Edgar Allan Poe, mezclando en la pantalla las tres características principales del cine de Price: horror, humor y poesía. Con Vincent trabajó más tarde en un largometraje creado enteramente por Burton: Eduardo Manostijeras en el que hacía un pequeño cameo como el inventor de Eduardo; y, no contento con esos dos homenajes, el director que nos ocupa realizó también un documental basado en la vida del actor y llamado Conversations with Vincent.


Tim Burton era también muy aficionado al cine que profesaba la productora Hammer, una compañía cinematográfica inglesa especializada en filmes de ciencia ficción, suspense y terror. Con la participación de actores del género como Peter Cushing, Christopher Lee o Michael Gough- quienes participarían en algunas de sus películas-. Uno de los directores más representativos de esta empresa productora es Terence Fisher, creador de varias obras maestras como Drácula, El cerebro de Frankenstein o La Momia. El ambiente de Sleepy Hollow y de Sweeney Todd: el barbero de Fleet Street, ambas de Burton, es un eco de los filmes de Hammer.

Admiraba también los exquisitos paisajes del director Federico Fellini, y a los directores italianos del cine de terror, Mario Bava y DarioArgento. Mario Bava fue el autor de títulos como La máscara del Diablo, su primer largometraje; La muchacha que sabía demasiado, considerada la primera película de la corriente cinematográfica el Giallo, subgénero derivado del cine de terror y suspense; o Bahía de sangre, con la que puso de moda el cine de psicópatas. Dario Argento fue quien popularizó la corriente creada por Bava anteriormente mencionada con películas como El pájaro de las plumas de cristal, El gato de las nueves colas, o Cuatro moscas sobre terciopelo gris.


Tenía muy en cuenta a directores como Roger Corman, conocido por las películas de bajo presupuesto y por sus versiones cinematográficas de algunos de los cuentos de Edgar Allan Poe: La máscara de la muerte roja, El Cuervo, o El péndulo de la muerte; Russ Meyer, también fotógrafo y guionista, conocido por sus filmes eróticos y de humor de bajo presupuesto que satirizaban la sociedad convencional, entres sus películas como guionista cuenta Más allá del valle de las muñecas, representativa de su estilo; Ed Wood, con largometrajes como Glen o Glenda, La novia del monstruo, o Plan 9 del espacio exterior, gracias a la cual se ganó el título de peor director de todos los tiempos tras su muerte, Burton realizó el filme Ed Wood, antes mencionado, en el que narra su vida y al que encarna Johnny Depp. Y entre sus actores favoritos se encontraba Charlton Heston, sobre todo en sus papeles en películas de ciencia ficción como El planeta de los simios, de la cual hizo una versión en 2001 y en la que también actuó Heston.

En la televisión, Burton veía En los límites de la realidad, serie creada por RodSerling y basada en relatos de ciencia ficción, fantasía y terror, todo aquello de lo que Burton estaba enamorado; y también dedicaba su tiempo a Más allá del límite, dirigida para la cadena ABC por Leslie Stevens, y escrita a partir de relatos sobrenaturales.


En lo referente a la animación, Ray Harryhausen es su favorito, un productor y técnico de efectos especiales conocido por su técnica de stop motion, reflejada en sus películas como El gran gorila, Simbad y la princesa, o Furia de titanes. La secuencia animada de Jasón y los argonautas del animador, aparece brevemente en el videoclip de The Killers: Bones que dirigió Tim Burton en 2006.


 Su revista favorita era Famous Monsters of Filmland, con las ilustraciones de Basil Gogos en las portadas. Y, a pesar de no dedicar mucho de su tiempo a la lectura, Burton era un gran admirador de la obra de Roald Dahl, de quien adaptó al cine Charlie y la fábrica de chocolate, produciendo también la adaptación animada de James y el melocotón gigante; así como también le fascinaba las misteriosas palabras de Edgar Allan Poe.

Burton es un fiel admirador del trabajo abstracto y de pesadilla del artista Francis Bacon, de quien incluyó su pintura Figure with meat en su versión de Batman.


 A causa de haber vivido en una región con gran población hispana, Burton conoció la festividad mejicana de El Día de los Muertos, donde la muerte es la principal protagonista en vez de un tema tabú. Esto se refleja en La novia cadáver, en donde el subsuelo de los muertos se muestra como un reino vivo y alegre, mientras que el mundo real se manifiesta en un ambiente lúgubre y deprimente.


La representación de la violencia en el cine (2012)

Desde los inicios del cine, se ha tenido en cuenta el conflicto de las representaciones en pantalla: ¿se debe mostrar explícitamente o sólo “dar a entender”? Esta discusión ha dado lugar a millones de opiniones que, a grandes rasgos, se pueden englobar en dos principales: a favor de lo explícito y a favor de lo implícito; y no sólo en la cuestión de la violencia, sino también en los aspectos sexuales, raciales o religiosos, entre otros.

Durante todo el desarrollo de la industria cinematográfica, se han obtenido ejemplos claros de varias formas de representación de la violencia, así es como nos lo muestran los siguientes ejemplos:

En el fragmento de la película El terror del hampa, se muestra la violencia simbólica; este tipo es una violencia amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas. No es ejercida directamente mediante la fuerza física, si no que se manifiesta a través de la imposición de unos sujetos dominantes debido a sus roles o posiciones claramente diferenciadas con respecto a los demás. En la escena aparece un grupo de hombres saliendo de un coche a los cuales otro hombre, identificado como el cabecilla del grupo- el sujeto dominante- da unas órdenes a cada uno (“ve por detrás y sube por la grada”, “por el lateral. Quizá tenga amigos”, “al callejón, si va allí ya sabes lo que tienes que hacer”, “deja el motor en marcha y trae el regalo”), tras el aviso de que un policía ha dejado su puesto. De una manera simbólica, como dice el mismo tipo, se encubre una operación violenta: obviamente “el regalo” no es un presente, ni las intenciones del que se queda en el callejón son buenas; de ese modo se muestra a los espectadores una intención violenta, pero no descrita ni mostrada.

En la misma rama, en los fragmentos de la película Centauros del desierto, se nos muestra la violencia elíptica; esta es, la que no muestra, sino que sugiere. Muy parecida a la simbólica que vimos en el párrafo anterior, sólo que la anterior es pronunciada por un líder, que se encarga de todo y lo supervisa, en la elíptica no tiene porqué haber un sujeto dominante, basta con grabar una escena sugiriendo violencia, como en la que se ve la cabaña de la familia del protagonista ardiendo: eso sugiere que ha habido un acto de violencia premeditado, con el fin de molestar al “tío Ethan”. Pero, sin embargo, ese acto, el proceso de incendiar la casa, no se muestra, sólo se filma la cabaña ardiendo.

Por el lado opuesto, tenemos el ejemplo de El cazador, que ya nos lleva a profundizar en la violencia explícita, la que produce más rechazo en las masas. La violencia explícita es aquella que nos muestra las escenas, no sólo el resultado o las operaciones encubiertas, sino el proceso de las mismas, algunas con todo lujo de detalles, y otras menos escabrosas. En los fragmentos analizados descubrimos muestras claras de ello: en la primera escena, el ciervo muerto que llevan en la parte delantera del coche, y al que exhiben sin una pizca de pudor ;o en el segundo, en el que se muestra cómo unos asiáticos armados hasta los dientes maltratan a unos soldados bajo la mirada de sus compañeros que asisten impunes a la escena, y ya la última escena, en la que después de tan taimados actos de violencia, uno de los soldados aparece como en trance: “está en un sueño”.

Y por último, la violencia fabulada, como se muestra en La vida es bella. Este tipo de violencia es, quizá, el más inofensivo (dentro de lo que cabe) pero, a la vez, el que más daño puede hacer: es una violencia irónica, como criticándose a sí misma. En el ejemplo de la película se ve claramente lo descrito: el hombre está cargando con un yunque muy pesado en unas condiciones pésimas para trabajar (“¡debe de haber 10.000 grados aquí!”), pero, a pesar de lo horrible de la situación, se las arregla para introducir un elemento cómico (sus movimientos o su conversación con el compañero: “les diré que no puedo, ¿qué me pueden hacer?” “te matarán”). Es como una violencia de cuento, que no se muestra tan cruda y real como la explícita.


Entonces, ¿es mejor una violencia explícita, real? ¿O es mejor no mostrarla y sólo sugerirla? Yo digo: ¿por qué tienen que ser excluyentes? Ambas opciones son respetables, y por ello no se puede menospreciar una de ellas utilizando la ética o criterios sobre la moral, la violencia explícita termina donde acaba la imagen, en cambio la implícita deja terreno abierto a nuestra imaginación permitiéndonos crear imágenes peores incluso que las mostradas, llegando así a la ultraviolencia. Por otro lado, creo que tener que elegir entre una de las posturas es muy complicado, es como elegir entre el blanco y el negro sin tener en cuenta que entre ambos hay una gama de colores grises. ¿Cuál es el límite de la representación violenta? Creo que en este terreno entra en juego la maestría del director para saber hasta dónde mostrar y qué sugerir, teniendo en cuenta el público al que va dirigido y el resultado que se busca porque, ¿qué sería, por ejemplo, de la película Psicosis si en la escena de la ducha se mostrara cada cuchillada, cada herida hasta la muerte? O, por el contrario, ¿qué pasaría con las películas de Tarantino si no incluyera sus famosas escenas de violencia? ¿Seguirían siendo consideradas obras maestras? ¿Se seguirían recordando esas escenas?

Cuestionario Proust: Carrie Fisher





¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
- No creo que exista tal cosa.

¿Cuál es su gran miedo?
- Una mala muerte... rápida o lenta.

¿Con qué personaje histórico se siente más identificada?
- El psiquiatra del loco rey Jorge.

¿Quién es la persona viva a la que más admira?
- Al asistente de David Spade.

¿Cuál es el rasgo que más le desagrada de sí misma?
- Mis nulas habilidades al volante.

¿Cuál es su mayor extravagancia?
- Las joyas antiguas y las vidrieras medievales.

¿En qué ocasiones recurre a la mentira?
- Cuando he tomado drogas.

¿Qué es lo que menos le gusta de su aspecto?
- Mi cabeza. Parece o un huevo con pelo, o un bol de copos de avena con rasgos humanos.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
- Un republicano... cuyo nombre no mencionaré.

¿Qué o quién es el gran amor de su vida?

¿Cuándo y dónde fue más feliz?
- En mis frenéticos colocones, que son demasiado numeroso para mencionarlos.

¿Qué talento le gustaría tener?
- El de hacer dieta.

¿Cuál considera que es su gran logro?
Mi hijo y ciertos aspectos de mi personalidad.

¿Cuál es su estado de ánimo actual?
- Nueva York.

Si pudiera cambiar una única cosa de usted, ¿qué eligiría?
- Soy incapaz de tener relaciones románticas.

Si pudiera cambiar una única cosa de su familia, ¿qué eligiría?
- Más hijos como el que tengo, y el libro de mi padre.

Si muriese y se reencarnase en una persona o cosa, ¿qué cree que sería?
- Una piedra, una hoja o una puerta secreta.

Si pudiera elegir en qué reencarnarse, ¿qué sería?
- El bolso de Shirley MacLaine.

¿Cuál es su bien más preciado?
- Mi lámpara Muller Frères.

¿Cuál es para usted la máxima expresión de la miseria?
- Mi episodio psicótico, o una cena con un conservador.

¿Dónde le gustaría vivir?
- Londres.

¿Cuál es su pasatiempo favorito?
- Conversar.

¿Cuál es su rasgo más característico?
- Una vida plena.

¿Qué es lo que más valora de sus amigos?
- Un botiquín bien surtido.

¿Quiénes son sus escritores favoritos?

¿Quiénes son sus héroes en la vida real?
- Mi madre.

¿Qué es lo que más detesta?
- El dolor y envejecer.

¿Cómo le gustaría morir?
- En casa, hasta arriba de morfina.

¿Cuál es su lema?
- "A la mierda".



Análisis de personaje I: ANGÉLICA, La Dama del Alba


  
La Muerte y Angélica


Mi nombre es Ángélica, y pertenezco a la mejor familia que podría haberme tocado. Mi casa es alegre y jamás se enturbia el ambiente por una mala cara o un llanto triste. Tengo dos hermanos pequeños: Andrés y Dorina, mis traviesos angelitos. Mi padre murió hace ya muchos años, pero lo recordamos con cariño. Hace ya tiempo que madre dejó de llorar, todo gracias a mi abuelo, que hace que sus horas pasen más rápido y la anima dejándose cuidar. Es el mejor hombre que he conocido, valiente y muy, muy listo. Mi abuelo. Con nosotros vive Telva, la criada que es ya como una segunda madre para todos, recuerdo los días de hacer tartas como los más felices de mi vida. También está Quico, el mozo de cuadra que, de vez en cuando, ayuda a Telva a llevar la casa. Es un pilluelo, pero siempre trae noticias frescas del pueblo.

Aquí en la aldea nunca pasa nada interesante, la vida va y viene tranquila, dejándose llevar. Los hombres siegan en el campo o bajan a las minas -siempre con miedo por el recuerdo-, y las mujeres bordamos, cocinamos o paseamos. Cuando era más pequeña, me gustaba salir al monte y escuchar al pastor tocar la zampoña; me tumbaba sobre la hierba, cerca de las ovejas, y cerraba los ojos imaginando mil historias que la música me susurraba. Gracias a él y a la anciana Marina -que cantaba romances todas las tardes junto a la higuera-, aprendí a disfrutar con los cuentos que luego contaba yo a mis hermanos. Mi preferido es el Romance del Conde Olinos. Solía soñar que un Conde paseaba por estas tierras y se enamoraba de mí tan profundamente que jamás se iba, me conquistaba y nuestro amor duraba para siempre, para toda la eternidad. Me gustaba fantasear con amores imposibles mientras bordaba, así me distraía de la cotidianeidad y lo basto de mi mundo. Hasta que conocí a Martín.

Fue una tarde en mayo que mi madre me envió al pueblo a por cintas para un nuevo vestido, hacía un día tan bonito que no pude resistir ir por el camino largo que pasa junto a los segadores. Canturreaba y recogía las flores que crecen en el rellano del camino. Vi una particularmente hermosa que me costó arrancar por su grueso tallo. Fue en ese instante, en el que conseguí la rosa más bonita, cuando levanté la vista y pillé a un muchacho mirándome de arriba a abajo. Yo hice como que no me había percatado y seguí caminando. Ese día, cuando volví a casa, madre me riñó por haber tardado tanto, pero yo me fui con una sonrisa a la cama, pensando en aquel misterioso segador que me había observado por primera vez. A partir de ese momento, empecé a bajar al pueblo casi diariamente, aceptando los encargos de todos aunque no fueran mi tarea, solamente para pasar junto a los segadores y poder observar al muchacho que había despertado algo en mí. Poco a poco comencé a mirarle yo también y a sonreirle, ¿por qué no?, cada vez que me miraba. Como sabía que no apartaba sus ojos de mí, caminaba lento hacia el pueblo disfrutando de la sensación que yo creía despertar también en él. Una mañana a finales de junio, cuando el calor era casi insoportable, él se acercó a mí, me sonrió y con la excusa del calor, preguntó por mi nombre,

  • Angélica- le dije un poco airada,
  • Un nombre precioso, el más bonito del pueblo.

Sentí un ardor enorme que me escalaba hacia el pecho y mis mejillas se sonrojaron tanto que tuve que excusarme e irme casi corriendo. Luego, a la noche, me di cuenta de que ni siquiera le había preguntado su nombre, ¡no sabía cómo dirigirme a él en mis sueños! Así que, al día siguiente, a pesar de los latidos de mi corazón, decidí acercarme yo,

  • Siento mucho haberme ido tan rápido ayer, mi madre estaba esperando el vino y... Bueno, que con las prisas me he dado cuenta de que yo no sé tu nombre y que juegas con ventaja.
  • Me llamo Martín – me contestó sonriendo, y nos miramos durante un buen rato, sin poder apartar la vista.

Los días pasaban y Martín y yo hablábamos cada vez que nos cruzábamos. Solía soñar con él, era lo mejor que me había pasado desde las tartas de avellana de Telva. Nos hicimos buenos amigos, ya no podíamos vivir el uno sin el otro. Entonces comprendimos que una amistad no era suficiente. Recuerdo el primer beso, con sabor a hierba fresca y al rocío mañanero; y luego los abrazos, y más besos. Cuando sus brazos rodeaban mi cintura me entraba un calor que jamás había sentido. Los días eran más alegres y las horas pasaban ágiles con él. Fueron dos años de intensa relación. En el pueblo nos creían inseparables y Martín se había ganado a mi familia.

Todo era igual que siempre, la novedad se había ido. Volvía a bordar pensando en el amor imposible y el conde Olinos. Martín, como era de esperar, me pidió en matrimonio y yo acepté para la alegría de todos. Preparamos la boda con impaciencia, mi madre quería que fuera la más recordada, por eso me envió a por las galas a la ciudad. Y yo acepté esa nueva aventura con gusto.

Llegué a la ciudad con una curiosidad casi insana, todo me parecía grande y diferente. Las calles estaban pavimentadas y las muchachas eran más bonitas allí. Me enamoré instantánemaente de la vida que allí fluía. Y en una sombrerería conocí a Lucas. Lucas, Lucas. Sin esperarlo, sin quererlo, sin pensarlo, él se convirtió en mi conde, mi amor eterno. Me dejé llevar por el bullicio de las tiendas, los bares, los colores y olores y me entregué por completo a esa nueva vida. Y a Lucas. El viaje que debía durar varios días, se convirtió en varias semanas y yo me olvidaba... Me olvidaba de mi pueblo, mi casa, mi familia y de Martín.

Una noche me desperté en medio de un terrible sueño en el que mi familia me olvidaba, ya no conocían mi nombre. Al alba partí de nuevo a mi vida de siempre, con temor al olvido, pero con una promesa a mi conde: volvería, volvería con él si me rescataba, al séptimo día de mi regreso él me esperaría junto al río, mi salvación. Así que regresé, y fui muy bien recibida. Nadie me había olvidado. Martín y yo nos casamos, no tuve fuerzas para decirle lo que había descubierto, lo que sentía por la ciudad y lo que ya había dejado de sentir por él. Martín me adoraba, podía verlo en sus ojos cada vez que me miraba. Yo temblaba de angustia. Me sentía encerrada, no podía olvidar la promesa de Lucas, de una vida llena de aventuras, de un amor eterno, casi imposible, con el que desde niña había siempre soñado. Estuve enferma tres días, no dejaba de llorar. Por las noches no podía conciliar el sueño sabiendo que quien estaba a mi lado era Martín y no Lucas. Entonces, a la tercera noche de casada, me escapé. Salí hacia el río con nada más que lo puesto y un pañuelo que Martín me había regalado cuando comenzamos a salir. No quería que me estorbara en mi decisión, así que lo tiré al río, para olvidarme de todo lo que había sido. Lucas me esperaba al otro lado con dos caballos, corrí a sus brazos y lloré de emoción. “Gracias, gracias por haber venido”. Pero Martín me había visto salir, y me había visto abrazar a otro. Con la mejor montura de la casa y cargado con una escopeta nos persiguió río abajo hasta que, por cansancio u orgullo, nos perdió de vista. Yo lo vi pararse mirando al infinito y, por un instante, la duda se apoderó de mí. Pero luego supe que, de algún modo, sería feliz con Lucas y la vida de belleza que estaba a punto de comenzar.

Pero me equivocaba. Al principio Lucas era maravilloso, me trataba como una princesa. Yo lo adoraba, me dejaba llevar y nunca vi cómo se burlaba de mí frente a sus amigos o cómo rehuía de mi abrazo cada vez más. Una mañana me desperté y se había ido, me había abandonado. Pregunté por las calles, fui a las tabernas y lloré hasta que no me quedaron más lágrimas. La soledad se apoderó entonces de mí y pensé en el dulce beso de la muerte, si me quitaba la vida ya no tenía que seguir sufriendo. Fue una noche en la taberna, cavilando sobre mi muerte, cuando se me acercó un caballero y me ofreció una bebida. Acepté y estuvimos hablando, aquello llevó a más y acabamos en mi cama. Me desperté desnuda y con un billete. Sola. Me había pagado por entregarle mi cuerpo. Con ese billete pude comer dos días. Así que, por necesidad o por fatiga, decidí hacer aquello más veces, total, ¿qué era un cuerpo sin un corazón caliente? ¿Sin un alma a la que acudir? Rodé de mano en mano como una moneda sucia. Había perdido el orgullo. Hacía ya mucho que me había humillado a mí misma. Estaba vencida. Solo quería descansar de la vida.

Y entonces, el sueño volvió: aquel que me hizo regresar la última vez. Mi pueblo, mi casa, mi familia, mi Martín que siempre me quiso. ¿Me habían olvidado? No, imposible. Mi madre no, mis hermanitos no... ¿Y Martín? ¿Podría perdonarme? ¿Podrían perdonar mi idiotez?


Ahora he vuelto, no sé ni cómo, ya no siento vergüenza, quiero recuperar mi vida. Lo que es mío. Quiero ser feliz.