viernes, 9 de diciembre de 2011

Persona: Hola



Hola:

     Volvemos a encontrarnos... ha pasado demasiado tiempo... demasiadas cosas como para resumirlas en un simple trozo de papel... pero me he tomado la libertad, sin embargo, de escribirte unas líneas aunque sólo sea por lo que significaste, por lo que fuimos una vez hace mucho tiempo...

     Mi vida no ha sido muy especial, no tiene la acción ni la trama necesarias para realizar una novela, ni siquiera un mísero cuento. Ha pasado monótona y rutinaria como una más. De nada me sirvió fantasear con mi futuro, ¿te acuerdas de todos mis planes sobre la academia de teatro y mi carrera prometedora? De toda esa gran vida sólo me queda el recuerdo de lo que pudo ser y no fue: una gran mentira. Tanto esfuerzo para acabar sirviendo, como quien dice, en un bar de copas.

     Precisamente en un bar de copas no, pero algo parecido. Después de estudiar la carrera de psicoterapia- no la de filología inglesa, como has podido comprobar- me puse a trabajar como ayudante en una clínica. Pronto me aburrí de todo eso: personas entrando y saliendo sin hacer nada, apuntando y revisando ficheros de los pobres locos que venían a las terapias y contando ovejitas para dormirme y así tener algo que hacer. Total que, harta ya de ese ambiente y de las personas ambiguas con las que trabajaba, me fui con el propósito de llegar a ser algo más, con la esperanza- que por aquel tiempo seguía teniendo- de que los vientos me fueran favorables.

     Durante unos años neutros vagabundeé por ahí en busca de un trabajo que mereciera la pena: fui secretaría, profesora particular de inglés y hasta camarera en una pizzería italiana. Después, mi prima, a la que no había visto desde que empecé la carrera, me ofreció un trabajo: resulta que ella tenía un amigo que trabajaba en una de las clínicas más prestigiosas del país, le habló de mí y mis dotes para entender a la gente, así que decidieron hacerme una entrevista, y desde entonces trabajo allí. No me va mal, pero tampoco es lo que yo me esperaba.

     De vez en cuando veía las películas clásicas- Casablanca, Titanic, El paciente inglés, etc.- y me acordaba de aquellas tardes de invierno apoyada en tu hombro y rodeada por tus brazos, atentos a la pantalla que nos hacía reír y llorar. Significaste mucho para mí y no podía evitar sentirme sola, te añoraba más que en toda mi vida. Intenté salir con otra gente, enamorarme otra vez... pero todo fue en vano. No podía dejar de pensar en tí, el primero. Sobre todo por las noches mi soledad se hacía insoportable, aunque hubiera otra persona a mi lado. Pero supongo que debía acabar así, ¿no? Nada es para siempre, me dijo alguien una vez y ahora reconozco que es verdad: ni los sueños, ni el amor, ni la familia... nada.

     La vida pasa y hay que disfrutarla o hacer que otros la disfruten, mi destino es lo segundo ya que nunca podré disfrutar de verdad aquello que me parece más una obligación que un don. Por eso una sonrisa nunca viene mal aunque estés en la peor situación, al menos sirve pera esperanzar a los que aún les queda un atisbo de lucidez para que no se conviertan en autómatas, como los otros, como yo. Pues es eso lo que somos: simples máquinas.

     Soy consciente de lo deprimente de mi discurso, pero quiero que sepas que no lo hago para crearte ningún mal, sólo para decirte qué fue de mí, quién soy ahora y dónde me quedaré hasta el final de mis días. Hace tiempo que no siento ningún rencor hacia tí, hace tiempo que la tristeza y la soledad son mis mejores amigas, mis más leales compañeras. He aprendido a convivir con mis errores y ahora sólo te deseo lo mejor, lo que yo nunca tuve ni tendré: felicidad y amor. 

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