viernes, 26 de febrero de 2016

¿Comerse el coco o no?




Hola gente,

Escribo porque no se me ocurre otra cosa que hacer. Creo que sigo siendo un poco tonta. ¿Conocéis esa sensación de tener 23 años y sentirte como si fueras tu yo de 15? Algo así como nunca haber madurado. Y madurar es esencial. ESENCIAL, ¿entendéis? Sobre todo para librarte de cometer los mismos errores una y otra vez, esos que conoces, que sabes que son tu punto débil. Lo sabes. LO SABES. Pero nada, que ni tu madre, ni dos carreras, ni tu supuesta "madurez" te los quita de encima.

Y es que pensaba, de verdad que sí, que ya era cosa del pasado. Habíamos arreglado nuestras mierdas y, ¡ala! A continuar con nuestras vidas. Yo me voy de nuevo, Comienzo en otro sitio: un novio, una meta y una casa. Pero eso no es suficiente para alejar todo lo que he sido. No hasta que me de cuenta al fin de que si no acepto todo, no podré ser yo. No sé si me seguís, pero el mundo ya es bastante complicado como para seguir pensando en tus antiguas ralladuras de coco.

 En realidad no. Mentira. Borrad lo anterior: no es complicado, para nada. Las cosas son siempre tan sencillas... Todo consiste en saber hablar alto y claro, directamente. Sin tapujos, como te salga. Y si funciona, genial; si no, a otra cosa, mariposa. Que hay mucho que andar, muchas aventuras que vivir.

Pero con él no puedo ser clara ni directa. Porque no sé serlo, no sé explicarme ni a mí misma lo que pasa. Pongámonos en situación: una bonita historia de amor adolescente. "¡Oh. qué típico!", diréis algunos; y otros comentaréis algo así como: "Pensé que sería algo más profundo". Otros simplemente dejaréis de leer. PUES NO, SEÑORES. No es una historia de amor esto de lo que hablo, es una historia de una persona que creía ser lo suficientemente madura como para poder llevar su vida a buen recaudo sin hacer daño a los demás y, ya de paso, sin hacerse daño a ella misma.

 Mejor cambiemos el sentido. Y el orden: hacerse feliz y, ¿por qué no? A los demás.

Pero resulta que cuando te explotan de nuevo los errores en la cara.... Empezaré por el principio, como debe hacerse. Hablo de esa pareja adolescente porque es esencial (como madurar) para comprender los últimos acontecimientos en mi vida:

1. Chica de 17 años que deja a su novio por otro Chico de 17 años con el que suele hablar. Todo normal, ¿no? La historia de todos.

2. Chica de 17 años que se encapricha del amigo del Chico de 17 años y deja a éste fuera del grupo. Sin quererlo eh, un daño colateral. Injusto, ¿verdad? Ya.

3. Chica de 18 años se va a otra ciudad y conoce a otras personas, se convierte ella misma en otra. Vive intensamente. Se gusta.

4. Chico de 18 años se va a otra ciudad. [Faltan datos].

5. Chica de 19 años se encuentra con Chico de 19.

6. Chica de 20, 21 y 22 años vive su vida, exactamente igual que Chico de 20, 21 y 22 años vive la suya.

7. Chica de 23 años vuelve a encontrarse con Chico de 23.


Esto es el resumen, amigos. Muy esquemático, ¿verdad? Pero no pienso disertar sobre cada episodio y sus respectivas dudas y sentimientos que, al fin y al cabo, los conocemos. Quien no lo haga que levante la mano. Están escritos en todas las historias. Universalidad, ¿me siguen?

Esto va más allá de ello, ya dejé claro que NO ES UNA HISTORIA DE AMOR. Ni mucho menos. Es lo que se llama ir hacia atrás, una lección sobre pasado-presente-futuro que está en nuestra naturaleza. No empezaré con el rollito de tropezar con la misma roca, piedra o lo que quiera que sea. Dadme las gracias por eso. No, es el hecho de que si tu vida va viento en popa y crees que va a ir mejor cada vez; sabes con certeza (sobre todo si eres una dramas) que algo va a aparecer y lo joderá todo. Bueno, todo no, pero una parte importante.

Así que sí, señores. Esta entrada no sirve para nada, solo para que os quedéis con esa última frase. Y con otra enseñanza personal: si te comes el coco ahora, te vas a comer el coco siempre. Por muy decidida que seas. Amén.



No hay comentarios:

Publicar un comentario